Es uno de los refranes más conocidos y escuchados, y nos plantea que lo conocido (aunque malo) puede ser (porque nunca lo vamos a saber si no cambiamos) mejor que lo nuevo que todavía no conocemos.
Y en las empresas familiares tiene su aplicación (al menos una de ellas) en que generalmente los dueños entienden que es mejor ocupar los puestos de trabajo con personas que sean conocidas, aunque no sean las mejores.
Cuando las empresas familiares se inician, es muy común que las primeras incorporaciones (aquellas que se realizan para poder sumar los recursos que permitan acompañar el crecimiento de la empresa) sean de familiares, amigos, conocidos o, en su defecto, referidos de amigos o conocidos.
Primero se echa mano a los familiares o amigos, ya que cuando todavía la empresa no está consolidada, a veces no se sabe si ese recurso ya quedará fijo en la empresa o será eventual (o sea que permite “probar” y ver los resultados del trabajo con ese recurso adicional), y por otro lado con un familiar o un amigo se pueden obviar ciertas formalidades en la contratación y las contingencias legales son menores.
Cuando no se cuenta con la alternativa de un familiar o amigo, lo siguiente suele ser incorporar algún conocido o algún referido de algún amigo o conocido. Aquí también a veces se cree que no es necesario contar con tanta formalidad en la contratación y muchas veces “aprovechando” esta situación se incorpora a la persona a la empresa sin registrarla (lo cual con el paso de los años suele transformarse la mayoría de las veces en un serio problema, pues es casi una fija que la finalización del vínculo laboral, por el motivo que sea, traerá como consecuencia la demanda laboral, muchas veces millonaria).
En todos estos casos, este vínculo, esta relación previa a la laboral, permite contar a los dueños con algo que es de suma importancia para ellos, que es incorporar a su equipo gente en quien puedan confiar (y cuando hablamos de confiar en estos casos no nos referimos tanto a confiar que van a hacer bien su trabajo, sino confiar en que no les van a “robar”…).
Esta forma de incorporar nuevos colaboradores a la empresa, se va haciendo costumbre en las empresas familiares, consolidándose y afianzándose a través de los años, al punto que cada vez que surge la necesidad de cubrir una vacante, familiar, amigo, o referido, son las únicas alternativas posibles.
Éste es el escenario con el que me he encontrado cada vez que he llegado a una nueva empresa familiar.
Luego, a partir del diagnóstico inicial, y del trabajo posterior, vamos identificando (lo que hasta ese momento a veces pareciera estar semi oculto), que estos familiares, amigos o referidos suelen tener un desempeño inferior al requerido para el puesto. No es tan descabellado que así sea, ya que al momento de su incorporación no se pensó en el perfil requerido, el grado de competencia de la persona para el puesto y si la persona lo tenía, sino en el vínculo con la persona.
El paso que sigue siempre es el mismo: mi propuesta a que se lleve a cabo un proceso de selección de personal como corresponde (con el costo que implica), explicando todos los motivos que justifican este cambio en la forma de contratar personal, los “de libro”, y los de mi propia experiencia en mis empresas clientes:
. Las personas que surgen de un proceso de selección de personal formal bien realizado, suelen tener un desempeño muy superior a cuando se incorporan familiares, amigos o referidos.
. El trabajo suele tornarse más eficiente. Incluso en algunos casos (en mi propia experiencia con mis clientes) se ha dado la situación que en puestos donde se desempeñaban dos personas, se pudieron reemplazar por una sola persona bien seleccionada, desempeñándose igual o mejor que las dos que antes ocupaban el puesto (con el ahorro en costos salariales que ello implica).
. En cuanto a la confianza que pueden tener hacia la persona (principalmente esa gran inquietud de que la persona no les robe), los dueños se dan cuenta que en realidad el hecho de que la persona no sea conocida (como pasa en todas las grandes empresas) no implica por sí mismo que sea un factor para desconfiar.
. La falta de vínculo familiar o de amistad, exime a los dueños de ciertos compromisos o concesiones que muchas veces se ven obligados a tener, lo cual en casos extremos lleva a la imposibilidad (moral) de desvincular a la persona por un recurrente mal desempeño (al cual se llega por no animarse a comunicarle este mal desempeño). En este sentido, es factor común en muchas empresas familiares la gran dificultad que representa desvincular a una persona, ya sea por no saber cómo hacerlo, como por sentirse culpable de dejar sin trabajo a otro, lo cual cuando hablamos de alguien con quien se tiene un vínculo (directo o indirecto), lo torna mucho más difícil.
Las experiencias en este cambio de modalidad para la cobertura de la vacante, en todos los casos han sido tan positivas, que en las futuras necesidades de cobertura, sin dudarlo, se ha optado por el proceso de selección de personal formal, aún con el costo de contratación del servicio que el mismo implica.
Obviamente esto no implica que entonces nunca consideremos a un familiar, amigo o referido. En estos casos lo que siempre aconsejo es incorporar a dicha persona al proceso de selección, y luego si resulta ser la persona seleccionada, habrá quedado validado por dicho proceso. Igualmente en mi experiencia estas personas, aunque a veces con buenos perfiles, no son quienes finalmente son elegidas para ocupar el puesto.
Por todo esto, en mi opinión, cuando de cubrir una vacante se trata, sin dudarlo “más vale bueno por conocer que malo conocido”. Lo contrario, sale caro.