Quienes nos dedicamos a la consultoría de empresas familiares sabemos que, aunque la mayoría de las veces no se encuentre explícita en la conversación con los fundadores de dichas empresas, ésta es la pregunta que éstos se hacen ante el ofrecimiento de nuestros servicios o la sugerencia de parte de algún miembro de la familia.
De alguna manera este razonamiento tiene su lógica, y si quienes hoy somos consultores, fuéramos fundadores de empresas, probablemente pensaríamos de la misma manera.
Comenzar una empresa desde cero, solo o con pocas personas más, poner todo el empuje necesario para hacerla crecer, sortear dificultades y crisis pudiendo salir adelante, y consolidar todo esto en una o dos décadas, seguramente hace sentir a cualquiera orgulloso de tantos logros y capaz de resolver cualquier situación que pueda presentarse, sin tener que contar con la colaboración de alguien externo, que además pudiera querer llevarse los méritos de los resultados obtenidos.
Los comentarios que muchas veces escuchamos son: “¿qué puede venir a decirnos a nosotros un externo, que nosotros no podamos saber o resolver por nuestra cuenta, o con nuestras capacidades?”, “¿qué puede saber un externo sobre nuestro negocio?”, “¿para qué vamos a cambiar lo que hasta el momento nos viene dando buenos resultados?”.
Pero, en definitiva, muchas veces, si no se cuenta con esta colaboración externa, los problemas siguen subsistiendo. La vorágine del día a día, y los temas específicos que son responsabilidad de cada uno, hacen que quienes lideran las empresas familiares muchas veces no cuenten con el tiempo para poder dedicar a temas tales como la mejora de procesos, o la sistematización de una gestión. Y a veces, si tienen los tiempos, no cuentan con la energía o la regularidad necesarias para avanzar, o implementan cambios que no dan los resultados esperados.
El consultor tiene a su favor algunos puntos que justifican al menos comenzar a pensar en contar con su colaboración: la objetividad propia de quien es externo (a la empresa y también a la familia) y de quien no se encuentra involucrado ni con los procesos ni con las personas (el que está adentro muchas veces no logra vislumbrar lo que sí logra quien viene desde afuera), la “gimnasia” de quien está todos los días colaborando con empresas en este tipo de temas, y el compromiso de mostrar resultados como consecuencia de su asesoramiento.
Por otro lado, hay empresas que sí logran identificar la necesidad de contar con una colaboración externa, y “se permiten” contar con dicha colaboración.
Los motivos que generalmente llevan a estas empresas a buscar y aceptar ayuda tienen que ver con haber tenido un crecimiento espontáneo a lo largo de los años, con incorporación de personas (muchas veces no del todo adecuadas al rol asignado) y distribución de tareas que se fue realizando en la medida de las necesidades, pero sin detenerse a diseñar e implementar una organización adecuada. Sienten que los temas “se les escapan”, y que se cometen errores que antes no se cometían. Las formas que históricamente utilizaron para gestionar a las personas hoy parecen no funcionar.
Luego del trabajo de asesoramiento, testimonios de empresas familiares confirman la importancia de contar con una colaboración externa. Estos testimonios nos hablan de lograr un orden en la empresa, obtener nuevas herramientas para gestionar, aprender a tomar decisiones acertadas considerando tanto a la familia como a la empresa, aprender a planear la empresa dejando atrás otras formas de trabajar (dejar atrás el pensamiento “nuestros padres lo hacían de esta manera” o “acá siempre lo hacemos así”), diseñar e implementar roles y procesos (muy importante cuando los roles involucran a los miembros de la familia), contar con una nueva mirada o manera de pensar.
El consultor externo orienta y conduce a la empresa familiar hacia la profesionalización de su gestión, que es lo que en definitiva logra resolver muchos de los inconvenientes y conflictos que suelen presentarse en este tipo de empresas, brindando las herramientas que permiten que en el momento oportuno este consultor pueda dejar de acompañar a la empresa, para que ésta siga transitando el camino hacia su crecimiento y cada vez mejores resultados.